martes, 23 de mayo de 2023

Excursión a Soria de la AV El Val

Río Duero, Río Duero,
Nadie a acompañarte baja
Nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua…
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.


(Gerardo Diego)

Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.


(Antonio Machado)

 


Con este “Romance del Duero”, de Gerardo Diego, iniciábamos la visita a la Ciudad de Soria. El viaje desde Alcalá a esta ciudad castellana había durado dos horas, pero no se hizo largo, pues nuestro amigo Alberto Lafuente nos iba describiendo todo lo que de interés podía observarse desde el autobús: el castillo de Torija, los llanos de la Alcarria (antes tierras de cereal, poblados ahora de placas fotovoltaicas), la Casa de Piedra, el nacimiento del Rio Jalón, las Salinas de Medinaceli y la Villa del mismo nombre, Almazán, el rio Duero, los pinares de Lubia… hasta llegar al Monasterio de San Juan de Duero, ya junto a la capital soriana, al otro lado del río. Aquí, en el centro del singular claustro, se dieron las explicaciones oportunas, se hizo la foto de rigor y se visitó el templo adjunto. Se hizo mención a la estancia en el monasterio de Gustavo Adolfo Bécquer, donde escribió alguna de sus famosas leyendas .

Saliendo de la visita, y a la orilla del Duero, se dio lectura al Romance que lleva el nombre del río y que escribió Gerardo Diego.

Otro de los espacios a visitar en Soria es la ermita del patrón de la ciudad, San Saturio, y hasta allí nos dirigimos en el autobús. Antes de iniciar la visita nuestra compañera y amiga Casti nos leyó uno de los poemas de Antonio Machado referente a este hermoso paraje. A continuación, Alberto nos hizo una disertación de lo que es la ermita en sí, con citas de leyendas sobre el querido anacoreta, así como de los santeros que a lo largo de los tiempos la han cuidado. Cruzamos de vuelta la pasarela, con sus barandillas llenas de candados de enamorados, y nos dirigimos al centro de la ciudad para continuar la ruta establecida.


Llegamos a la Iglesia de Santo Domingo. Apreciamos la belleza de su portada románica con las famosas imágenes de sus arquivoltas, la fachada y también, quienes lo desearon, pasaron al interior de templo.

Continuamos hacia el centro de la ciudad (Instituto Antonio Machado, caserones blasonados, palacio de los Condes de Gómara, calle del Collado, Casino, Plaza Mayor con el Ayuntamiento y el Palacio de la Audiencia) terminando en la iglesia de San Juan de Rabanera, frente al palacio de la Diputación Provincial.

Ya un poco cansados -un día no da para más- tuvimos un poco de tiempo libre con el fin de disfrutar de esta tranquila ciudad, de su hermoso parque Alameda de Cervantes, siempre limpio y bien cuidado y, cómo no, poder degustar los famosos y deliciosos torreznos de Soria.

En Soria hay muchos rincones que llevan los nombres de los famosos poetas que han vivido algún tiempo en la ciudad (los ya citados Machado, Gerardo Diego y Bécquer) y para la comida se había elegido el Hotel Leonor, nombre de la esposa de Antonio Machado. Allí nos dirigimos en el autobús. Muy buen ambiente en el grupo, excelente el menú y unas vistas preciosas desde los ventanales: el río, la muralla, el monte de las Ánimas, el parador Antonio Machado y, como tuvimos un día claro, hasta el Moncayo.

Terminada la comida, breve paseo hasta los Cuatro Vientos (¿por qué se llamará así?), lugar al que Machado llevaba a Leonor cuando esta ya tenía que usar silla de ruedas.


Ya de regreso a Alcalá, hicimos una breve parada en la villa ducal de Medinaceli, con su enclave privilegiado, su milenaria historia y, sobre todo, su conjunto monumental: desde el Arco Romano hasta la hermosa Plaza Mayor.

Como ya hemos dicho, en este viaje nos acompañó Alberto Lafuente, soriano, gran conocedor y enamorado de su provincia y durante muchos años maestro en Alcalá, en el Colegio del Val. Nos ilustró y, con sus explicaciones, consiguió que el viaje resultara muy ameno. Y lo hizo por amistad, sin más. ¡Gracias, Alberto!

Después de dejar un tiempo libre reiniciamos el viaje de regreso en el autobús, donde nuestro amigo Mariano nos deleitó con sus coplillas, historietas y chascarrillos (¡qué memoria!). Así el viaje se nos hizo más corto.

Llegamos a Alcalá, un poco cansados pero muy contentos. Pasamos un buen día.

Hasta la próxima, y que los socios y socias que leáis esto os animéis para la próxima excursión de la asociación.